Tan prolija como desconcertante; así se arma esta otra joya artística de Alexander Sokurov. Su logrado trascendentalismo, esta vez campea en los subterráneos de una relación filial; la unión de un padre con su hijo, personificada, con vida propia, se alza como conductora y protagonista de esa indagación metafísica que resulta ser el guión. La narración fanstasmal es la fuerza propulsora de la belleza escénica y fotográfica, como en otros films pulidos en preciosismo del megalómano director. Los tonos ocre de la fotografía suman razones para sentirse extasiado con la fuerza estética de la película; con la contemplación de un oficio estético que sublima , que invita a trasegar por unos sentidos al borde de la santificación. Otra cosa son las pulsiones, cuyo laberinto vertiginoso se intenta también tornar sublime. Los lazos afectivos de padre e hijo son tan férreos y cálidos que en múltiples escenas en las que éstos se prodigan una suerte de irrebatible e inmortal amor, llegan a provocar otra suerte de rebatibles sospechas sobre límites morales-sexuales-culturales transgredidos. El padre, un sujeto atlético y bien parecido, protege a su hijo, que orbita la mayoría de edad, sobremanera; ambos juegan, ambos se lanzan miradas de aguda complicidad, ambos quisieran inmortalizar sus abrazos y caricias. A menudo funden sus cuerpos de olimpiada en prolongados abrazos surcados por lágrimas y besos dilatados, al tenor de la magistral música compuesta por Andrey Sigle; sin duda hay un culto al cuerpo, una fórmula tal vez exhibicionista, que sin embargo se adivina más que como artilugio, como un alegato en favor de la sensualidad mostrada entre padre e hijo. Empero en los viejos edifcios en que se tramitan los aconteceres que fundan el film, no hay lugar a errores; Sokurov no incurre en desmanes azarosos, quizás sea este el elemento más criticable en su cine: su perfeccionismo descollante aunado a sus excelsas pretensiones estilísticas. Así que la sensualidad, está planificada como ese no ser sexual, como ese instersticio que impide a Padre e Hijo desbordar su sentimientos, sus afectos, en suma sus actos de entrega.
La pulsiones eróticas de estos modelos que el Director talla con cuidado detalle, son innegables, pero dudo mucho que a él le guste esta mirada, porque siempre intenta brindarle existencia independiente y perpetua a las sensaciones. Es un artista apologético y conservador, en sus obras no hay tiempo medible, no hay instituciones a criticar, todos los recorridos de la cámara sólo delatan el sino vaporoso de su majestuosos campos donde la acción queda inhibida por lo absoluto. En Padre e Hijo, ese absoulto es el amor filial, que sin embargo halla sus propias fronteras, más bien las contruye, so pena de contrariar un orden armonioso y eterno, evidenciado en la espiritualidad. Esta es una espiritualidad que pugna con lo animal, es decir con lo perecedero, con lo mortal.
Algunos podrán precisar que entre líneas, esta historia aborda de manera habilidosa, los menesteres de una convivencia homoerótica, pero tal vez el Director replicaría que el erotismo es esencial , que se encuentra en el aire y que desciende del éter ...palabras puestas en la boca de un cineasta que ciertamente constituyen un abuso por parte de quien escribe, pero que explicarían por qué ese más allá de la ternura entre los personajes principales aparece rodeado por ese halo de incuestionable legitimidad; por esa empalizada que dota de inmudidad la idealización de dos modelos, si no para seguir, sí para mostrar en prestigiosos festivales de cine.
La enamorada del Hijo por minutos templa la película, señalando las tentaciones de ruptura entre Padre e Hijo: la partida de éste, y cierta culpa que sobre él se cierne al considerar su acto de independencia como una resolución de abandono y desagradecimiento. Para el padre, las intentonas de despedidas se le aparecen como la pérdida de su fuego interno, ese fuego que le permite juguetear con su hijo en los aires de una antigua azotea.
En un extremo intrincado en la mística relación paterno filial, aparece un joven afanoso en su misión personal por hallar sus orígenes; es un hijo sin padre, que al buscarlo por doquier, denota las fátigas anímicas que puede soportar un hombre si en su imaginario no ha existido la figura de un Padre o más aún, si lo que ha se ha experimentado es precisamente la carencia de ese amor etéreo,consagrado, enérgico y entregado.
En un extremo intrincado en la mística relación paterno filial, aparece un joven afanoso en su misión personal por hallar sus orígenes; es un hijo sin padre, que al buscarlo por doquier, denota las fátigas anímicas que puede soportar un hombre si en su imaginario no ha existido la figura de un Padre o más aún, si lo que ha se ha experimentado es precisamente la carencia de ese amor etéreo,consagrado, enérgico y entregado.
"Sí, tú tienes un padre.Pero ni siquiera te envidio"
Habría lugar para las miradas psicoanalíticas del filme, porque con toda su atemporalidad y con toda la ausencia de contextos y marcos referenciales , es evidente un curso onírico en la narración y en la fotografía, además del relato psíquico en torno al amor por el padre, que bien podría brindarnos el Hijo; pero que bien o mal, no lo hace.
Aunque hay líbido por todos los rincones de la casa de Padre e hijo, por todos los campos, por todos los lugares , aunque los mal pensantes observen y anoten encuentros lascivos entre los personajes; aunque se puede organizar un congreso internacional de psicoanálisis en torno a esta película...en fin, aunque tanto amor apasionado resulte por lo menos inquietante y por lo más perverso, Sokurov nos narra el cuento de lo sublime sin dinámica psíquica , de lo inmutable, de lo eterno, haciendo probable que el espectador le crea...y es esto todo un lío: creerle a la magnificencia idealista de Sokurov, y aparte , no sentirse aturdido por tanto esplendor , es por lo menos un motivo de resaca moral para cualquier mente abierta. Pero ese grandilocuente Director muchas veces lo logra, y eso per se, es un motivo de honda preocupación para quienes nos jactamos de seguir a Lars Von Trier, a Haneke, a Vinterberg, etc. y de poner en nuestras listas personales a "FESTEN" entre los primeros lugares.
Habrá que perdonar a Sokurov por hacer un cine tan bello; se podrá hacer si se recuerda que Dostoievsky dijo alguna vez que el alma Rusa es tan vasta como sus tierras...
Escenas
Trailer
Ficha técnica:
País: Rusia
Año:2003
Año:2003
Guión: Sergey Potevalov
Música: Andrey Sigle
Fotografía: Alexandr Burov
Raparto: Alexandr Rasbash
Andrej Shetinin
Alexei Nejmyshev
Martina Zasukhina
Fedor Lavrov