lunes, 16 de noviembre de 2009

CORONACIÓN



LA LOCURA DE NO ENAMORARSE
Don Andrés tiene miedo de existir; siempre lo tuvo; nunca se atrevió a afrontarlo; prefirió deambular  en paseos diarios mientras cavilaba  sobre tal o cual personaje de la historia  apoyado en su  bastón de prístino  burgués para recordar su grandeza hereditaria, rindiendo homenaje a su vida disipada, la que, como sus millones, dilapidó, no por falta de cuidado, sino por exceso del mismo.  Sin síntomas aparentes , excepto su extraña preocupación por su "gordura", -creciente en su imaginación-, el neurótico Don Andrés es un hombre maduro en edad mas no en experiencias; no tiene historias ni anécdotas para contar, y de tenerlas no tendría a quien contárselas, es un hombre solo. Tan sólo frecuenta al vendedor de finos bastones y a un compañero de clase  que le recrimina el hecho de no haberse apasionado con nada en su vida: con una mujer, con una labor, con un vicio...
Te ha hecho falta  enamorarte de verdad...
Nada explica su vida fuera de los libros que lo obsesionan, los que,  constituyen su más sobrada jactancia, después de su  infaltable báculo, signo de poder burgués y artilugio depositario del legado aristócrata. Este bastón expresa una extensión de su virilidad, la que se empeña en mostrar socialmente, empuñándolo, a falta de obras que hablen de sus deseos, de sus diezmadas fuerzas, de al menos, un ápice de vida útil; es su único punto de apoyo en la vida. Andrés es un niño anciano.
"La única experiencia tal a la que puedo aspirar es a la muerte"

Desde luego, la personalidad aciaga de don Andrés, no responde necesariamente a su voluntad: Envolviéndolo como tornado de humo asfixiante está su abuela, una anciana corroída por sus prejuicios de clase y que pasa sus últimos días  aferrada la opulencia de tiempos pasados, donde según ella todo era ordenado y puro: no habían revoluciones. El desprecio evidente a su nieto solterón, cruzado con un amor agobiante hacia el mismo, hace inferir una educación castradora en el niño Andrés, niño que insiste en frenar  el  bienestar psíquico del viejo Andrés; de hecho siempre se reclaman mutuamente por sus complejos; Andrés vive inmerso en su infancia, preso en las culpas que con refinada represión instaló la matrona burguesa en su imaginario y que ahora le enrostra la foto de su niñez:
"Tú tienes la culpa Andrés, estás acabado".
Son vínculos familiares herrumbrados por la culpa; es una cadena de culpabilidades que no cesa:
Andrés: "...tú tienes la culpa de lo que me pasa, vieja inmunda ¿por qué no te mueres abuela?
Pero de las tinieblas de la mansión burguesa emerge una cándida figura que si no cambiará  las disociaciones que  abordan los talantes de la abuela y el solterón, si le pondrá punto final; se trata de un elemento que no encuadra en la bajeza de las formas y rituales aristocráticos, que se sustrae a la ruindad de lo opulento; es la inocencia, que hace su entrada en los afectos de los personajes centrales, para avivarlos, aunque no de la mejor manera. La pureza de  Estela, una humilde campesina  que engrosa la lista del servicio doméstico gracias a su tía - quien ya ha tenido paciencia suficiente para cuidar a la abuela- , no logra sublimar las pulsiones de abuela y nieto; en cambio,  los deseos se desbocan en planos de la moralidad cultural de cuestionable validez, tocando tangencialmente como objeto a  la noble muchacha, pero desviados ahí, justo en el punto de tangente. Las clases minoritarias siempre se han considerado superiores a cualquier ordenamiento normativo social o cultural; no en vano son ellos quienes elaboran las leyes jurídicas en tiempos contemporáneos; así que la virginal Estela corre el riesgo de ser "pervertida" por los patrones de la vieja casona.
La cosa es así: la abuela se obsesiona con la idea de  convertir a Estela en una ladrona; para tal efecto cuenta y deja dinero suyo al alcance de las delicadas manos de la joven criada. Induciéndola al robo, esta  abuela encuentra profundo gozo en la degradación de los débiles. El placer, que según ella "es una cochinada, una inmundicia", anega su interior al poner trampas -tentaciones- a  la muchacha; rodeada de íconos religiosos, la vieja actúa como aquel demonio tentador tan vituperado en sus oraciones. Puede llamare hipocresía esta práctica, pero lo que en realidad delata este comportamiento es una mentalidad esquizoide que como todas, se esconde a sí misma, tras el velo de una supuesta " moral perfecta", habida cuenta su " superioridad" de clase.
Para  Andrés, la transparente belleza de Estela significa la oportunidad de enamorarse, pero no de alguien, sino de algo; por eso la exigua presencia de un amor que podría redimirlo y devolverle la vitalidad  que nunca tuvo para luchar contra sus miedos, lo confunde aún más. ¿Qué siente por ella? ¿Compasión?, ¿pasión?, ¿desprecio?; es muy difícil precisarlo porque Andrés todavía está atado a los sentimientos infantiles por su abuela; no ha podido liberarse de su sombra, sus emociones  no son claras. Sin embargo, puede entreverse ese no reconocimiento del amor hacia la joven, dada la disociación de su carácter; por un lado experimenta una fuerte ternura y por el otro una sensualidad desbordante; la podría tener como Mujer, pero también como hija, aunque  entiende que no la puede desdoblar; optará entonces por hundirse en sus fantasías. Llegará el momento en que no las pueda distinguir de la realidad.
 Andrés: "...ayudarla a ser feliz como en las novelas ¿ después qué? no me extrañaría que sintiera ganas de asesinarla."

Pareciera que la neurosis de Andrés, se presentara como la neurosis social de la historia mexicana, mientras que sus temores se agigantan....

Como se ha podido observar  " Coronación" está articulada en torno a tópicos psicoanalíticos que delimitan la historia, eso sí, enmarcada en un contexto socio-político de lucha de clases. La Escuela de Frankfurt y el Freudomarxismo parecen nutrir el imaginario de la novela de José Donoso- hecho que quien escribe considera más que meritorio-.Así pues, paralelo al lujo barroco de la mansión, tenemos las penurias de la clase subordinada. Mario es un joven trabajador de una tienda quien de la noche a la mañana se ve despedido sin justificación alguna; muchacho noble y esperanzado en un mejor futuro, será el primer hombre en la vida de Estela y el motivo de los celos de Andrés, quien más allá de detestarlo por ser el novio de su ingenua criada, envidia su juventud, su vigor, su valor, en suma, su equilibrio. Mario  por su parte debe soportar toda la pesadumbre moral de su familia, constituida por su hermano- vago y ladrón- , su cuñada- una mujer desdentada que sufre los maltratos de su marido- y sus sobrinos, por los cuales deberá velar.

Este trabajo cinematográfico nos muestra  a través de su peculiar ritmo narrativo- que hace recordar las películas mexicanas de Luis Buñuel- perversiones a granel, resultando empero, una sucesión de encuadres serenos como parte de una cuidada propuesta estética, lejos del efectismo que se esperaría de una historia así. No obstante, hay un par de escenas convulsas, exageradas en sus decorados y agrestes en el histrionismo de su actores; esto es comprensible porque son escenas cumbre, que vuelcan en la fotografía y en la dirección artística toda la histeria de la burguesía en decadencia. Las secuencias de la fiesta aristocrática de la abuela, donde ella y sus invitadas lucen excéntricos atuendos, sueltan carcajadas demenciales y son  protagonistas de un delirio monárquico, hablan de esa desesperación de la burguesía por aferrarse a su poder, a su gloria, temerosa de las revoluciones populares.
Así que, se muestra la perversión aristocrática/burguesa (para ellos es su refinado derecho) y la perversión del lumpemproletariado, personificada en el hermano de Mario. Hay miseria humana por todos lados; es un sistema social que se resiste a la renovación histórica.
Abuela: "¡Revolucionarios de pacotilla"( lo repite varias veces a lo largo de la película)
Las ínfulas de alteza y santidad de la abuela son al fin coronados por Andrés (viejo y niño) en imagen disociada. Después le lanzan avioncitos de papel...

 País: México
Año: 1975
Director: Sergio Olhovich
Guión: Sergio Olhovich, basado en la novela homónima de José Donoso.
Actuaciones:
Ernesto Alonso
Carmen Montejo
Segrio Jiménez
Leticia Perdigón
Aarón Hernán
Raquel Olmedo
Blanca Torres
Graciela Doring
Pilar souza.

León Plata

domingo, 8 de noviembre de 2009

LA SUERTE ESTÁ ECHADA

"Mufa: Persona que padece un extraño e inexplicable estigma, por el cual atrae todas las desgracias a las personas que lo rodean"
Felipe


Entretenida y hasta enternecedora película, signada por un halo melodramático que no siempre se plantea de la mejor manera. Algunos visos de comedia romántica - a la americana-  y pálidos tintes de cine absurdo, arrasan con su unidad narrativa sin que esto obre como proyecto del guión; es decir, no es de aquellos trabajos fílmicos que, como propuesta, rompen con el orden cronológico lineal y/o la estructura tradicional de la historia contada; aquí en cambio se ofrece un caldo saturado de trucos  y fórmulas efectistas, que termina por desestructurarlo  y por ofrecer un conjunto de escenas mal hilvanadas. Al respecto es suficiente evidencia  la secuencia en la que dos vecinos irritados por el insomnio que les produce la alarma  encendida de un vehículo durante varias noches, frente a su edificio, se arman, así porque así, de un lanza cohetes y  hacen explotar dicho automotor. Gracioso que les ha resultado, por las formidables actuaciones de sus personajes quienes con  frenéticas carcajadas se sienten liberados de un karma que los tenía al borde de la locura, pero esta reacción sólo encuentra asidero en los pocos instantes en que ambos vecinos se encontraban en el ascensor, porque  el personaje interpretado por Gastón Pauls, en esos días aturdido por el insomnio, difiere su ritmo de vida con entera serenidad y aplomo; puede decirse que personifica la sensatez de la historia. Descontando que  el bombardeo del vehículo es una acto terrorista, y que  los personajes en vez de esconderse, bajan con sorprendente desenfado a la escena del crimen, tratando de mostrar una suerte de desencuentro amoroso, esta escena, desencajada  y a todas luces caprichosa, advierte sobre la indefinición de una narrativa fílmica construida como una colcha de retazos; una diversidad sin mayor cohesión, que convoca al resultado que se ve: una amalgama de secuencias abigarradas.

Pese al "des-concierto"  que recorre palmo a palmo el cuento  ofrecido en la comedia, también aparece un planteamiento  trascendente: ¿es el destino el que mueve los pasos del hombre? ¿El hombre puede modelar su destino? La dicotomía azar/voluntad, preocupación de millones, se entreteje a través de dos hermanos; Felipe, quien  soporta o quien cree soportar el estigma del "Mufa" y otro, Guillermo, quien no obstante la mala racha laboral y personal que está pasando, mantiene su  semblante calmo, en una suerte de espera activa en la que se ocupa de conquistar una mujer, previas clases de tango.
"Bailar tango es caminar con una mujer clavada en el pecho”
A su manera, cada uno busca ayuda externa para paliar sus  cuitas, pero mientras el primero arroja su suerte a la brujería, a las " comunidades terapéuticas" para  "mufas", y libros de autoayuda,- pretendidamente científicos, pero que lejos de explicar las " leyes de la suerte", comportan un fenómeno mercantil que halla en los infortunios su redituable operación comercial-, el segundo hermano, sin preocuparse en demasía por los designios que le notifica el destino, se halla -por suerte- con un instructor de tango que actúa  como desinteresado consejero y que, sin artificio y haciendo gala de una generosidad  sin límite, propone ver y actuar dentro del tiempo teniendo en cuenta su relatividad; sólo el deseo, bien trabajado para conseguir su objeto, es capaz de  alcanzar metas.
¿vos sos de los que empujan o de los que fluyen?


Ambos hermanos tienen conflictos emocionales sin resolver, originados estos en un desgastado lazo  afectivo con su padre, quien ad portas de la muerte, los invita a un juego, que como clase didáctica los hará comprender situaciones de la vida contra las que, sin haberlas conocido a fondo, se habían rebelado. La sanación anímica, les llega - especialmente a Felipe- desde los orígenes mismos de sus  malestares psíquicos: la  irregular relación con su padre.

Se puede pasar un buen rato con " La Suerte está Echada”, aunque en rigor no trascienda debido a su indefinición; no se trata de capturar la esencia de un cuento para etiquetarlo; no es plausible reducir una película a una aséptica clasificación. El positivismo no va de la mano con el arte cinematográfico. No obstante, ver en una  misma cinta fragmentos de estilos y técnicas no adheribles entre sí, como en este caso, deja un sinsabor  tal, que al menos, le resta crédito y sustancia como para convencer al espectador, tanto más si el final es tan previsible como ramplón y si una voz en off narra de manera explícita una escueta moraleja. Impecables en cambio, resultan las actuaciones de Gastón Pauls, Marcelo Mazzarello y casi todo el elenco.

En síntesis, “La Suerte está Echada”  es un film para relajarse y disfrutar... con muchos de los agüeros, prejuicios, cábalas y supersticiones comunes a la idiosincrasia latinoamericana.

País: Argentina
Año: 2005
Director: Sebastián Borensztein
Actuaciones:
Marcelo Mazzarello
Gastón Pauls
Leticia Brédice
Alejandro Awada
Indio Apachaca
Lucrecia Capello
Julieta Cardinali
Gerardo Chendo
Claudio Gallardou
José Gallardou
Paola Krum

Trailer

domingo, 1 de noviembre de 2009

PERRO COME PERRO

Crónicas rojas de " El Caleño"
o
Venganza por Adela.


Con suma prevención  y casi que atado, para evitar que una rabieta me alejara de la silla en los primeros minutos de la película, decidí al fin verla, y  terminé absorto por el ritmo trepidante de su violencia, ensimismado y cavilando, trasegando cada calle, palmo a palmo, cada viaje, con su sociología y su misticismo, de ese gran departamento colombiano donde se entrecruzan dinámicos puertos del Pacífico , vastos cultivos de caña, mucha Salsa y desparpajo y los crímenes de bellas urbes; con sus  Carteles de la droga  pero también consu gente pujante: el Valle del Cauca.

 Víctor Peñaranda y  Eusebio Benitez, dos empleados de una organización criminal del suroeste colombiano, se ven obligados a compartir una misma habitación de un  desvencijado hotel en el centro de Cali. Allí deben esperar cada día la visita de "Sierra", personaje siniestro quien obra como chofer y guía de correrías sangrientas , bajo las ódenes del todo poderoso Jefe de las mafia: alias " El Orejón". Víctor y Eusebio ignoran, empero, que uno de esos viajes será para devorarse salvajemente entre ellos mismos, y que unas insistentes llamadas al cuarto de hotel, desligadas de su  acontecer delictivo y  perpetradas como parte de un demencial  asunto -absurdo  desde cualquier óptica- tandrán mucho que ver  en la resolución de sus respectivas historias.

"Perro come perro" se sitúa  dentro de las consabida temática que ha saturado el cine colombiano y su sobrestimado " boom" en  este decenio que está por terminar; sin embargo se sacude de esa  magra tendencia  aunando elementos cinematográficos que se apilan muy bien en el guión; una trama  cuyo contenido no es otro que la violencia social desatada por las mafias en la región Pacífica colombiana , pero que lejos de proyectarse hacia afuera - como otros films que enarbolan "íconos" de la subcultura de la narcotráfico y otras empresas criminales- estudia la estructura organizacional, así como la composición social , cultural y psíquica, de sus  entrañas mortíferas.


Es un historia urbana, con los ruidos de la ciudad, de la Cali  que supuso el devenir de la obra de Andrés Caicedo, ese narrador citadino que nos legó su revolucionaria novela: ¡qué viva la música!, en cuyas páginas nos muestra la violencia y las injusticias de los años 70 y su estrecho vínculo con la ola  de extranjeros que vinieron a consumir hongos alucinógenos y completar su éxtasis con la música Salsa. Cali es considerada la capital colombiana de la salsa, y su peculiar voseo más su  ambiente festivo, la dotan de unas caraterísticas culturales auténticas que no en vano se  intrincan en la película. Cuando el Orejón , desde un elevado piso, haciendo observar al negro Benítez  un parque cualquiera desde un telescopio, afirma que la gente no sabe dónde está parada, y que no se dan cuenta de "la calentura" , parece que indica  las razones culturales por las cuales una ciudad corroída en su diario transcurrir por crímenes atroces, de variada índole y refinada crueldad, sigue en pie, como si la gente no se percatara de las tragedias sociales, como si funcionar ocultando su sangrienta historia, o negando la realidad fulminante, fuera un paliativo para seguir existiendo a pesar de todo. Reprimir el síntoma, es decir, negar las problemáticas, es obstruir cualquier tentativa de solución; guardar silencio y esquivar verdades, parece una normativa ineleduible en el control social informal que se ha venido afincando en el hampa.

La Salsa acompaña múltiples escenas de la película; canciones de Rubén Blades, Henry Fiol, Willie Colón y hasta de uno de sus precursores, el gran Benny Moré, se convierten en piezas narrativas  que convergen con las situaciones y  el proceder de los personajes. Ello hace parte del componente simbólico con que el Director  enriquece el marco geográfico, vital para los sucesos filmados. Otro de los sustratos culturales que permiten digerir racionalmente el film, es el que bordea con su fuerza mística  cada tramo de guión; en el que pueden reconocer sus relaciones sociales muchos latinoamericanos: la brujería.


La superstición  y la magia negra,  el espiritismo y los misterios del más allá  encajan de manera poco menos que curiosa dentro del exasperante y violento realismo  que nos recuerda que en Colombia no son pocos los hombres descuartizados en vida con motosierra. Sin embargo, no bastando con  ese terror  alojado en el inconmensurable cinismo  de los matones, - a sueldo, a contrato, a destajo, con carnet, transeúntes, o propietarios, o socios de sociedades de matones-, se muestra otra realidad desconcertante que comporta elementos inasibles y empíricamente no verificables, pero practicados a diario: la santería, el " neo" chamanismo citadino sustraído de sus núcleos culturales ( práctica muy respetable en el seno de Pueblos Indígenas), y en fin, la superchería que delimita nuestro siglo XXI, en este país. En cada centro de cada ciudad, o en cada periferia, de cualquier poblado, se encuentra cada dos calles  un centro de brujería, y desde luego, cada ente y personalidad que detenta  cualquier clase de poder, cuenta con su brujo de cabecera;  cuán  cerca está la edad media.

En esta película  sobre el "mal" , se abordan muchas formas del llevarlo  a cabo sin desantender, -gran acierto-, las causales económicas de esas actividades perversas. De hecho, la línea conductora del largometraje es una bolsa con dinero, hurtada a quien antes la había hurtado de alguna manera. Aquí carece de validez el viejo adagio popular que reza: " ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón". Una ciudad cosmopolita con su sincretismo cultural, que la pone al borde de la ezquizofrenia, eso parece retratar  Perro come Perro.



Es la crónica roja  de Cali y alrededores, vertida en un diario amarillista  cuyo título obliga  a entrever el trasfondo sociológico de los episodios macabros presentados: " El Caleño". Aberrante periódico que se lucra con sevicia de la sangre que se cuela en las alcantarillas y que va presentando uno a uno los hechos truculentos vinculados a los actos de los personajes; que los conecta aún más, que los alerta, que en ocasiones obra como testimonio, de mano en mano, de lugar en lugar.


Víctor Peñaranda  se lee en "El Caleño" y ahí se siente advertido de peligros que ya conoce; con templanza y valor trata de escabullirse de su sino trágico, sin apenas una módica sonrisa, con el ceño eternamente fruncido, protegiendo su tesoro, el que arrebató sin permiso y que lo tiene al filo de la muerte; no es el mejor de los vallunos, es un matón que pugna por sobrevivir en la ciudad salvaje, con su muñequito de peluche; el que a veces obra como contenedor de una exigua esperanza dineraria. Tan bien escrito como actuado, es menester hacer mención de reconocimiento de ese gran actor Caleño,  Marlon Moreno, que en mútliples trabajos le ha rendido un tributo al arte de la actuación . Bien puede experarse que hay maestría en su labor; hacerse con la piel  y alma del inabordable Víctor, y sellar aún más ese hermetismo que opera como un distanciamento entre lo que le queda de humano y  la feroz animalidad que lo hace un sujeto rapaz, ha debido demandar, además de conocimiento y técnica, un extenuante esfuerzo   psíquico, y una templanza a prueba de guión. Así pues, mientras casi todos los personajes del cine se abren al análisis de su interior, este Víctor se empeña en negar cualquier tentativa psicoanalítica que no verse directamente sobre sus actos en las marañas criminales.; tan sólo las llamadas al celular de su compañera podrían delatar algún signo de su historia y de sus sentidos protegidos por la parquedad que lo arropa. Sin duda, es uno de los personajes mejor construidos del cine colombiano.

El negro Benítez no soporta estultas bromas sobre su raza; se siente orgulloso del ébano de su Pacífico; hundido en sus pesadillas  y en la atadura de su alma a la de un muerto, observa impotente como su vida se seca día a día mientras cumple con sus compromisos criminales. Encarnado por  Oscar Borda, este personaje  traduce el miedo paralizante que cohabita en los espacios donde se mueve. Las tinieblas de los hechizos suburbanos caen sobre él para ligarlo a desesperos demenciales, que empero le darán la oportunidad de matar la culebra por la cabeza, de extirpar las raíces de la venganza para llevárselas con él.

El Orejón, Sierra, la amante de Benítez, un indigente en las afueras del hotel, el abogado de mafiosos, el recepcionista del hotelucho,  y los perros,  todos estos personajes, van muy bien hilvanados; precisos, sin desbordarse, aunque, la sangre y la historia se desborden por doquier. La violencia explícita es tan arrojada que podría ser clasificada como cine gore, pero que  por su contexto, por la genialidad del guión, y porque lamentablemente así es la realidad  de este país, más allá de salvarse de semejante estigma, se alza victoriosa ante el olvido. Generaciones enteras ubicarán un referente del cine colombiano en Perro come Perro, como muchos lo hacemos ahora con "Tiempo de Morir", "La Estrategia del Caracol" o " La Gente de la Universal", todas estas, con una temática diferente.

A tener muy en cuenta, un elemento trascendental  para la película: las persistentes llamadas al cuarto de hotel donde se hospedan los dos protagonistas,  en procura de hablar con una tal  "Adela" . Al realismo y a la magia (que no al realismo mágico) de este film se le añade un  episodio tan absurdo como demencial , que cruzando toda la película, le asesta un golpe certero, definitivo, y hasta  burlón, a toda la trama, y por qué no, al espectador. Una burla del destino, o de una mente perturbada que sin ningún puente de sangre, sin ningún vínculo aparente, teje la historia con mayor contundencia que  las mismas balas. La esquizofrenia cultural se completa con este extraño relato, el que, otorga licencia para reir.

Inolvidable el cuadro del perro bebiendo de un charco de sange cerca de una alcantarilla, la rima de Sierra con motosierra, los perros peleándose las bolsas negras, el grafitti de la Universidad del Valle en una toma y en una noticia de "El Caleño", la contrapropuesta a este periódico por una revista alternativa: " El Clavo"  que aparece por un par de segundos mientras Víctor lee el primero; la banda sonora... en fin,  el no caer en lugares comunes e ir más alllá del realismo burdo, auscultando verdades complejas, no reducidas al palurdo colorido o la chabacanería subcultural de las mafias colombianas,  nos alerta sobre una realidad mucho más problemática de lo que la gente " que no vive en la calentura" puede comprender.


País: Colombia
Año: 2008
Director: Carlos Moreno
Guión: Carlos Moreno y Alonso Torres
Actuaciones:
Marlon Moreno
Oscar Borda
Blas Jaramillo
Álvaro Rodríguez
Paulina Rivas.
Fotografía: Gerylee Polanco, Luis Hernández
Música: Los Superlitio

TRAILER


León Plata

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails